Desde que el Movimiento Occupy apareció en el panorama político, tanto detractores como escépticos se han preguntado, “Y, entonces, ¿cuáles son las exigencias?” En los últimos meses, los escépticos también se han preguntado si el movimiento ha perdido impulso, ya que muchos de los terrenos públicos ocupados han sido desalojados por fuerzas policiales despachadas por el estado. Primero, tomemos en consideración el tema de las exigencias, y luego volvamos a la pregunta de hacia dónde se dirige el Movimiento Occupy

Al analizar la primera pregunta, podemos observar cuán arraigada está la noción de que los movimientos políticos, si es que van a calificar como “políticos”, deben (a) estar organizados alrededor de una lista medida y concreta de exigencias, y (b) esforzarse por cumplir con esas exigencias. Por el momento, consideremos qué tipo de política se caracteriza por estos supuestos y qué tipo no. En otras palabras, aunque damos por sentado que la política debe proveer una lista de exigencias que se pueda cumplir, esto no quiere decir que tenemos derecho a tomar esa versión de la política por sentado, como claramente muchos hacemos. Reflexionemos entonces sobre las partes que componen esta afirmación escéptica y veamos qué versión de la política da por supuesto y al mismo tiempo fomenta esta pregunta. Además, deberíamos considerar si el tipo de política que reivindica Occupy no solo no cumple – o rehúsa cumplir – con este tipo de política, sino que intenta activamente establecer otro modelo. Así que empecemos con los dos pilares básicos de esta postura: (1) exigencias que aparecen en forma de lista, (2) exigencias que se puedan cumplir.

1) Las exigencias deberían tomar la forma de una lista.

Supongamos que el Movimiento Occupy dijera que tenemos tres exigencias: (1) el cese de desalojos debido a ejecuciones hipotecarias, (2) la condonación de la deuda estudiantil, y (3) una disminución en el desempleo. De alguna manera cada una de estas exigencias está relacionada seguramente con lo que es Occupy. Ciertamente muchas personas preocupadas por estos temas se han unido a Occupy y han ido a demostraciones con pancartas que se oponen a los desalojos, a las deudas inabarcables y las altas tasas de desempleo. Así que la lista de exigencias claramente está relacionada con el Movimiento Occupy; sin embargo, sería un error afirmar que se puede captar por completo el significado político o el efecto del Movimiento Occupy al escuchar estas exigencias, o una lista aún más larga de exigencias, debido a que esta lista no explica cómo estas exigencias están relacionadas entre sí.

Si uno de los objetivos políticos principales del movimiento es llamar la atención sobre la creciente desigualdad en los niveles de riqueza y resistirla, entonces esta es una realidad social y económica que atraviesa todas las exigencias específicas que una lista de este tipo pueda incluir. Pero realmente no sería una exigencia entre muchas. En otras palabras, ¿por medio de qué lenguaje y acción uno señala una creciente desigualdad en los niveles de riqueza, en donde los ricos monopolizan mayores cantidades de riqueza, y los pobres constituyen un porcentaje cada vez más alto de la población? Este punto se hace evidente en cada uno de los temas de la lista – una lista que podría incluir el desmantelamiento de los servicios sociales y las pensiones, el aumento en trabajo “flexible” que convierte a los trabajadores en una población desechable, la destrucción de la educación superior pública y accesible, el hacinamiento de las escuelas primarias y secundarias, la disminución en los sueldos, exenciones tributarias para los ricos y el incremento en apoyo gubernamental a la industria penitenciaria. Podemos hacer una lista de este tipo, expandirla, incluso tratar de ser más específicos con ella, pero ningún punto específico nos puede ayudar a explicar qué es lo que une todos esos puntos en la lista.

No obstante, si argumentamos que el incremento en los diferenciales de riqueza y en la desigualdad que emergen directamente de las formas contemporáneas del capitalismo se ilustra en cada uno de estos puntos, y que juntos proveen evidencia para afirmar que el capitalismo depende de y reproduce las desigualdades sociales y económicas de este tipo, estamos haciendo un reclamo sobre el funcionamiento de un sistema y, más específicamente, sobre el funcionamiento del sistema capitalista en el presente: las desigualdades incrementan y asumen nuevas y devastadoras formas. Este proceso acelerado de desigualdad continúa desregulado por las autoridades actuales estatales y mundiales que tienen intereses personales en hacer funcionar el capitalismo.

El escéptico todavía podría responder, “¿No deberíamos tratar cada uno de estos temas por separado para hacer alguna diferencia real en la vida de la gente? Si todos nos encargáramos de un problema, podríamos progresar con la lista y encontrar soluciones prácticas para cada uno de los puntos.” Asumir esta posición, sin embargo, sería insistir que estos puntos pueden ser separados el uno del otro. Si necesitamos saber qué une los puntos para solucionar este problema, nuestra política depende de nuestro cuestionamiento del carácter sistemático e histórico del sistema económico en sí.

En efecto, si comprendemos que el incremento en los diferenciales de riqueza (y la acumulación de riqueza por cada vez menos personas, además del crecimiento en la pobreza y la precariedad laboral de muchos más) es consecuencia de una organización particular de la sociedad, una organización que está orientada a producir versiones aún más acentuadas de esta desigualdad, entonces tenemos que analizar la estructura general de la desigualdad que subyace detrás de cada uno de estos puntos e idear maneras de oponernos a ese régimen económico, en lugar de intentar hacer pequeños ajustes a cómo opera. De hecho, si “arreglamos” cualquier problema en la lista sin dirigirnos a la reproducción de desigualdad, y si esa desigualdad se reproduce cada vez de manera más acentuada, la lista solo continuará creciendo aun cuando intentemos eliminar puntos específicos de ella.
No podemos corregir un solo tipo de desigualdad si no comprendemos las tendencias de desigualdad más amplias que intentamos superar. Si pensamos que todos los puntos tienen que estar desagregados, estamos cometiendo un error y limitamos nuestra visión a cuesta de la justicia social y económica. Claro, uno puede concentrarse en cualquiera de estos puntos y al mismo tiempo luchar por el fin de la reproducción estructural de la desigualdad. Pero eso quiere decir que algún grupo, alguna articulación política, tiene que prestar atención al problema estructural de la desigualdad. Si creemos que existen recursos adecuados para solucionar estos problemas en el régimen económico actual, presumimos incorrectamente. Nosotros asumimos que el mismo sistema que ha producido la desigualdad característica de todos los puntos de la lista puede ser el destinatario de nuestras exigencias. Esto me lleva al segundo supuesto planteado por la pregunta del escéptico.

2) Exigencias que se puedan cumplir.

Este punto seguramente parece razonable. Sin embargo, cualquiera que argumente que se puede cumplir con las exigencias asume que existe algún individuo o poder institucional al cual uno puede reclamar para cumplir con sus exigencias. Las negociaciones gremiales bajo amenaza de huelga usualmente tienen una lista de exigencias que, de ser cumplidas, pueden evitar la huelga, y cuando no, pueden comenzarla o prolongarla. Pero cuando una empresa, una corporación o un estado no se considera un sujeto legítimo de negociación, no tiene sentido reclamarle a esa autoridad para negociar un acuerdo. De hecho, reclamarle a esa autoridad a fin de cumplir con las exigencias sería un modo de atribuir legitimidad a esa autoridad. Así que la articulación de exigencias que se puedan cumplir depende fundamentalmente de la atribución de legitimidad a los que tienen el poder de cumplir con esas exigencias. Cuando uno deja de dirigir las exigencias a esas autoridades, como ocurre en la huelga general, se expone la ilegitimidad de esas autoridades. Esta es una implicación importante de la aportación de Gayatri Chakravorty Spivak en el primer número de Tidal.

Si esas instituciones actuales son cómplices del régimen económico que depende de, e incluso propaga, la reproducción de desigualdad, uno no puede reclamarle a esas instituciones para que pongan fin a las condiciones de desigualdad. Ese tipo de reclamo se autodestruiría a medida que se articula. En pocas palabras, el reclamo o exigencia que el estado actual, las instituciones monetarias mundiales, o las empresas nacionales o transnacionales buscaron satisfacer le estaría otorgando más poder a las fuentes de la desigualdad, y de esta forma ayudaría o cooperaría con la reproducción de la desigualdad en sí misma. Por ende, se necesita otra serie de estrategias, y lo que observamos ahora en el Movimiento Occupy es precisamente el desarrollo de nuevas estrategias que llaman atención sobre la reproducción de desigualdad y se oponen a ella.

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Tal vez para el escéptico la idea de proponer “exigencias imposibles de cumplir” sea el equivalente de alejarse del campo de lo político. Sin embargo, esa reacción debería llamar nuestra atención a la manera en que se ha constituido el campo de lo político sobre la premisa de que es necesario que esta pueda cumplir con una exigencia para adquirir sentido. En otras palabras, ¿por qué hemos aceptado que el único tipo de política que tiene sentido es el que presenta un conjunto de exigencias a una autoridad, exigencias que desligan las instancias de desigualdad de las de injusticia sin observar o establecer vínculos entre ellas? Uno puede ver que limitar la política a una lista de exigencias que se pueda cumplir restringe el campo de la política a sistemas electorales contemporáneos que operan bajo la suposición que un cambio radical en el régimen económico no es negociable. De manera que cualquier tema que se negocie, cualquier exigencia que se cumpla, no afectará de ninguna manera lo que no es negociable, a saber: la reproducción de un régimen económico que engendra desigualdades a un ritmo alarmante. La política específica que define la política práctica e inteligible como la producción y el cumplimiento de una lista de exigencias discretos está comprometida de antemano con la legitimidad de estructuras políticas y económicas preexistentes.

Como podemos ver, una de las maneras en que los regímenes de poder actuales mantienen su legitimidad es al desacreditar todas las expresiones políticas de resistencia popular que ponen en duda su legitimidad. Tienen fuertes motivaciones de carácter personal para desestimar el Movimiento Occupy y tildarlo de “apolítico”. Al afirmar esto, intentan mantener el monopolio sobre el discurso político; en otras palabras, tratan de definir y controlar el poder del discurso que establece quién tiene razón, qué acciones son verdaderamente políticas, y quién está “equivocado”, o es “inaceptable” e “impráctico”.

El levantamiento que pone en duda esas estrategias de autolegitimación nos recuerda que un tipo de gobierno o poder que es democrático depende de la voluntad popular del demos, el pueblo. ¿Qué recurso le queda a un pueblo cuando las instituciones que lo debería representar equitativamente a nivel político – además de proveer condiciones favorables para trabajo sostenible, asegurar atención médica y la educación básica, y cumplir con los derechos más básicos de igualdad – terminan distribuyendo todos esos servicios y derechos de manera ilegítima y selectiva? En ese momento hay otras maneras de promulgar la igualdad: manifestándose juntos en las calles o por internet, produciendo alianzas que demuestren la resonancia, las superposiciones y las conexiones más amplias entre todos los puntos de la lista de injusticias actuales.

Ningún régimen político o económico puede pretender ser legítimamente democrático si no logra representar a las personas equitativamente. Y cuando esa desigualdad se generaliza y se trata como un hecho inevitable de la vida económica, las personas que la sufren deben unirse para promulgar y convocar la igualdad. Algunos objetarán que la igualdad radical es imposible de alcanzar. Aunque ese sea el caso – y no hay razón para aceptar esa premisa de primera instancia – no sería posible concebir la democracia sin el ideal de la igualdad radical. Entonces la igualdad radical es una exigencia, pero no está dirigida a las instituciones que reproducen la desigualdad. Está dirigida a las personas cuya tarea histórica es crear nuevas instituciones. Este reclamo va dirigido a nosotros mismos, al nuevo “nosotros” que toma forma, episódica y globalmente, en cada acto y en cada demostración. Ninguna acción de este tipo es en algún sentido “apolítica”: todas apuntan a derrocar una política que ofrece soluciones prácticas en lugar de dirigirse a la desigualdad estructural. También nos recuerdan que toda forma de política adquiere o pierde legitimidad según la forma que conceda igualdad al pueblo que dice representar. De lo contrario, no lograría representarlos, y de esa manera destruiría su propia legitimidad frente los ojos del pueblo. Mediante actos y demostraciones, el pueblo se representa a sí mismo, encarna y revive los principios de igualdad que han sido derrocados. Al ser abandonados por las instituciones actuales, el pueblo se reúne bajo el ideal de la igualdad social y política, y por este medio, le da una voz, un cuerpo, un movimiento y visibilidad al concepto de “pueblo” que usualmente atenúa y niega el poder actual.

¿Hacia dónde se dirige el Movimiento Occupy? Para contestar esta pregunta, primero tenemos que cuestionar quién la plantea y, además, qué forma toma. Hay algo muy claro desde el principio: no es la tarea de los intelectuales plantear y contestar estas preguntas. Los intelectuales no son clarividentes y no es el trabajo de la teoría establecer un plan a seguir para los activistas. De hecho, desmintamos este mito, ya que los activistas muchas veces fungen de teóricos y los teóricos muchas veces están involucrados en formas de activismo que no atañen principalmente a la teoría. Lo mejor que podemos hacer es seguir de cerca lo que está ocurriendo, y cómo esto mueve y afecta a las personas.

Yo pienso que ahora mismo el Movimiento Occupy tiene varios centros, sus acciones en público son episódicas y la efectividad de sus modelos se vuelve más evidente cada día. Al decir “efectividad” no quiero decir que se están formulando y cumpliendo sus exigencias, sino que las movilizaciones continúan creciendo en tamaño y están surgiendo en nuevos espacios geopolíticos. En este momento, mientras las elecciones de EE. UU. dominan los medios noticiosos, se vuelve claro que gran parte de la población opina que la política electoral no aborda ninguna de sus preocupaciones. No obstante, Occupy continúa reflejando la manera en que la voluntad popular necesita un movimiento que trascienda los límites la política electoral. De esta forma, el carácter “representativo” de la política electoral entra en una crisis mayor. Pocos logros pueden ser tan importantes como demostrar que, en su estado actual, la política electoral no representa la voluntad popular, y que su propia legitimidad entra en crisis por el desencuentro entre la voluntad democrática y las instituciones electorales.

Quizás más importante aún, sin embargo, sea el hecho de que Occupy cuestiona la desigualdad estructural, el capitalismo, los espacios puntuales y las prácticas que ilustran la relación entre el capitalismo y la desigualdad estructural. Si Occupy ha llamado la atención sobre formas de desigualdad estructural que afligen a una cantidad de instituciones gubernamentales y corporativas que perjudican a la población general mientras esta intenta satisfacer las necesidades básicas de la vida (techo, alimentación, atención medica, trabajo), definitivamente ha llamado la atención sobre el sistema económico general que depende de y produce desigualdad con la misma intensidad. Podemos discutir si el capitalismo es un sistema, una construcción histórica, e incluso si sus variaciones neoliberales son sustancialmente diferentes al capitalismo criticado por Marx en el siglo XIX. Estos son debates importantes y los académicos deberían considerar enfocar su atención en esos puntos. Pero todavía permanece abierta la pregunta por el presente histórico del capitalismo. El mismo Marx recomienda que usemos el presente histórico como nuestro punto de partida. Entonces deberíamos preguntar, ¿cuáles son las instituciones y los servicios públicos específicos que lanzan a un mayor grupo de personas hacia condiciones precarias? ¿Qué prácticas explotadoras por parte de las corporaciones han destruido vidas de trabajo? ¿Qué conglomerados se lucran de las enfermedades y se niegan a proveer los servicios correspondientes? ¿Qué instituciones públicas están siendo desmanteladas por lógicas corporativas y los márgenes de ganancia? Occupy tiene que actuar episódicamente, señalar y desenmascarar los espacios de la desigualdad, encontrar su expresión pública, y detener o interrumpir los procesos por los que la desigualdad y la pobreza se continúan reproduciendo.

No creo que tengamos que lamentar la pérdida de Zuccotti Park o de otros espacios públicos que habitaba Occupy. Quizás la tarea que nos toca sea asumir la ocupación como una forma de protesta pública, aunque solo sea el nivel episódico y localizado. Paradójicamente, solo se puede llamar la atención sobre la desigualdad radical al exponer los lugares donde se reproduce la desigualdad. Esto debe ocurrir en los centros de poder corporativos y estatales, pero también fundamentalmente en los espacios de “prestación de servicios” – es decir, las corporaciones de atención médica que no logran proveer los servicios debidos, los bancos que se aprovechan de los que guardan su dinero en sus instituciones, las universidades que se convierten en herramientas para el lucro de las corporaciones. Estos son solo algunos ejemplos. Lo importante es saber que si Occupy es episódico, no se puede saber cuál será su próximo blanco. Si señala el desempleo por un lado, la vivienda fuera del alcance por el otro, y en tercer lugar la pérdida de los servicios públicos, dentro de poco tiempo podrá recomponer la narrativa de cómo el capitalismo está localizado en espacios e instituciones concretas. Aunque sepamos que la desigualdad estructural sobrevive gracias a un sistema que se beneficia de su reproducción, tenemos que enfocarnos en los casos concretos donde ocurre esa desigualdad. Así que no deberíamos lamentarnos si no permanecemos en el mismo lugar. Si nos desplazamos estamos buscando, en forma colectiva, los espacios de la injusticia y la desigualdad, y nuestra trayectoria se convierte un nuevo mapa del cambio radical.
 

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