La ola reciente de protestas estudiantiles en Chile explotó en abril de 2011, desencadenada por una confederación de estudiantes universitarios. Los manifestantes hicieron un llamado de huelga para exigir educación pública gratuita, acceso equitativo a las mejores instituciones académicas del país, y poner fin a las instituciones académicas con fines de lucro y a la participación estudiantil en juntas directivas universitarias.

El sistema educativo chileno es notorio por la carencia de fondos y por la desigualdad y estratificación de clases, y el espíritu huelguista y revolucionario recorrió rápidamente las escuelas secundarias y universidades del país. Cientos de miles de estudiantes se movilizaron mediante protestas, sentadas, tomas de instituciones académicas, flashmobs y espectaculares demostraciones mediáticas. En junio, los estudiantes paralizaron eficazmente el sistema educativo. En julio, destituyeron al Ministro de Educación. El invierno chileno había comenzado.

El movimiento estudiantil chileno combinó una movilización, ocupación y creatividad subversiva masivas para lograr un impacto que se queda corto de descripción. Armados con barricadas y pancartas, los estudiantes ocuparon cientos de edificios universitarios. Los espacios públicos fueron las sedes de decenas de demostraciones, donde miles de personas practicaron coreografías y crearon espectáculos teatrales para que los medios los reportaran y consumieran, logrando una entrada sigilosa a los medios de comunicación principales.

Los estudiantes se valen del simbolismo y el espectáculo para comunicar su mensaje. Los almohadazos frente al parlamento buscaron una “mejorar la educación”. Miles de besos se dieron “con pasión por la educación”. Las dramatizaciones de muertes mostraron las “víctimas del aumento en la matrícula”, y el lanzamiento de pelotas de pinturas a los vehículos blindados policiales se burló del legado de terror que ha definido la política chilena desde los años de Pinochet.

Todas estas acciones demuestran el pensamiento profundo detrás del movimiento estudiantil chileno y su capacidad para deconstruir la narrativa binaria de “policías frente a manifestantes” para alcanzar e involucrar exitosamente al 99%.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FOTOS: Eliseo Fernández, Aliosha Márquez, Iván Contreras

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